No hay cielo ni tierra,
solo nieve,
que cae eternamente.
Kajiwara Hashin
Inspirados por este poema japonés, empezamos a investigar sobre los copos de nieve y su morfología. Descubrimos que entre 1879 y 1885 el alemán Johann Heinrich L. Flögel y el estadounidense Wilson Bentley fotografiaron por primera vez los cristales de nieve y registraron sus características.
Bentley afirmaba: “Bajo el microscopio, descubrí que los copos de nieve eran efímeros milagros de belleza. Me parecía una pena que esta belleza no fuera vista y apreciada por otros. Cada cristal es una obra maestra de diseño y nunca se repite el mismo patrón. Cuando un copo de nieve se derrite, ese diseño se pierde para siempre. Esa gran belleza se va, sin dejar ningún registro”.
Años más tarde Ukichiro Nakaya, físico japonés, desarrolló una investigación inspirada por las fotografías que encontró en el libro “Snow Crystals” que Wilson Bentley publicó en 1931.
Notó que Bentley había seleccionado solamente los cristales más hermosos y perfectos entre toda la variedad de copos de nieve que existían.
Ukichiro halló que existen pocos cristales de nieve con una forma geométrica perfecta. La mayoría de ellos se crean a través de procesos específicos de mutación que hace que sean todos imperfectos. “¡Qué brillante fracaso!” gritaba Ukichiro cada vez que encontraba uno de estos cristales de nieve incompletos y asimétricos. Para Ukichiro la belleza no está en la perfección ni en la simetría, sino que reside en la imperfección.
Con todo ello, en este escaparate, quisimos capturar el momento efímero en el que se genera un copo de nieve con su geometría única e irrepetible. Hemos instalado así, un móvil de cristal que, con su ligero movimiento evoca la caída de los copos de nieve que acaban de crearse.